Al recibir los nueve paquetes de QUADRO, Michael y sus dos hijas se quedaron perplejos.
"¿En qué me he metido?", se cuestionó Michael en voz baja.
Efectivamente, se había embarcado en su proyecto más ambicioso hasta el momento. Trasladar esas cajas al rincón perfecto del jardín fue toda una aventura. Y al abrirlo todo, los tres se miraron preguntándose: "¿Y ahora cómo montamos esto?"
Era la primera vez que veían tal cantidad de QUADRO ante ellos.
Sin embargo, pronto el espíritu constructor tomó el control y se lanzaron a la tarea. Y eso que el terreno no era completamente plano, lo que llevó a Michael, con experiencia de carpintero, a cuestionarse si todo saldría bien. Pasaron semanas dando forma al castillo, ajustando detalles día tras día. Infinitos tornillos aguardaban ser colocados. Al principio, Michael llevaba la cuenta: cien, doscientos... pero finalmente, se rindió. Con esa cantidad, no era tarea fácil.
Los peques colaboraban a tope, aunque atornillar las placas era complicado para ellos. Se requiere fuerza, especialmente cuando hay que sostener piezas inclinadas mientras se ajustan.
Lo más destacado fue el puente levadizo, inspirado en los castillos medievales, y que requirió de especial atención por parte de Michael. La clave era que los niños pudieran levantar el puente rápidamente, sobre todo si un “enemigo” (léase: un adulto recordándoles la hora de los deberes) se acercaba. 😊
Finalmente, tras diversos ajustes, Michael optó por un diseño recto para el puente, permitiendo atar cuerdas en sus extremos. Juntas, las niñas lograron subirlo y bajarlo sin problema.
Una vez levantado, la pequeña observó: "Está bastante oscuro aquí".
Su hermana asintió.
"Voy a añadir algunas ventanas. No queremos que parezca una mazmorra", propuso Michael. Sabía que estar rodeadas por altos muros podría ser intimidante.
Ahora, sus hijas pueden mirar hacia fuera, esperando la llegada de algún amigo listo para la aventura. O tal vez, vecinos intrigados que quieran hacer un recorrido por el castillo. La construcción es la comidilla del pueblo; esas llamativas cimas rosadas se distinguen desde cualquier punto. La familia no se sorprendería si más de un curioso se presenta pronto.
Quizá podrían cobrar entrada... ¿Una galleta quizá? Para contentar a las damiselas del castillo. Las niñas están fascinadas con su castillo pastel; nunca esperaron esos tonos. Hasta ahora, sólo habían visto QUADRO en rojo, verde, azul y amarillo. ¡Qué refrescante cambio con estos tonos pastel!
Y para balancear tanto color, Michael añadió un toque personal: un muro para jugar al fútbol en gris oscuro.
Para sorpresa de muchos, se ha convertido en la atracción principal. No solo para Michael y otros chicos del barrio, sino que las niñas también han mostrado interés y se suman al juego.
Y aunque la idea es meter el balón en el arco, durante el rodaje no lo consiguieron ni una vez. Irónicamente, solo marcaron un gol cuando la cámara no grababa. Esto avivó el espíritu competitivo de Michael.
Lo mejor de todo es que ese muro es resistente a todos los tiros. Michael, con su ingenio de carpintero, lo reforzó adecuadamente, garantizando que se mantenga en pie y seguro.
¿Qué más tiene Michael bajo la manga? Está trabajando en una balsa para disfrutar en los calurosos días de verano. Si te pica la curiosidad, puedes ver sus otros proyectos en Lo normal es aburrido y Carpe diem - Aprovecha el día con QUADRO. Y, por supuesto, te contaremos todo sobre la balsa en cuanto esté lista.
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